viernes, 12 de noviembre de 2010

GOMEZ CARRILLO


Enrique Gómez Carrillo es, ante todo y sobre todo, un brillante cronista con grandes facultades de observador y finas dotes de percepción psicológica. Corresponsal de guerra en los frentes de batalla durante la primera Guerra Mundial, es también un corresponsal en tiempo de paz que asiste a las luchas diarias de la sociedad en que vive, analiza, observa y escribe con más profundidad muchas veces de la que podía esperarse de esta clase de trabajos. Se inició colaborando en el Diccionario EnciclopédicoGarnier y obtuvo su primer gran éxito con el libro de siluetas de escritores y artistas titulado Exquisses, que obtuvo los elogios del más exigente de los críticos españoles de la época: Leopoldo Alas, Clarín.

Crónicas sociales, impresiones de viaje, opiniones críticas, observaciones psicológicas y confesiones íntimas desfilan por las páginas de sus 57 volúmenes, entre los que citaremos, además de los ya mencionados, Campos de batalla y campos de ruinas (1916); Japón heroico y galante; La sonrisa de la Esfinge. Sensaciones de Egipto (1918); El encanto de Buenos Aires; Vistas de Europa; La nueva literatura francesa; La psicología del viajero; Los olmos que cantan y los olmos que danzan (1922), con prólogo de Mauricio Maeterlinck, y Treinta años de mi vida, en tres volúmenes.

Pero Gómez Carrillo es también novelista, a veces crudo, aunque nunca su obra pierde la sensación de crónica novelada; a este respecto, debemos citar susTres novelas inmortales, que comprenden la Bohemia sentimental, Del amor, del dolor y del vicio y Pobre Clown (1920). Sin embargo, su novela preferida era la titulada El evangelio del amor (1922). Otros títulos suyos frecuentemente citados son Jerusalén; De Marsella a Tokio; Safo, Friné y otras seductoras; En plena bohemia; La moda y Pierrot.

Se puede acusar a Gómez Carrillo de superficial, pero no lo es; hubiera podido ser más profundo y trascendente, es cierto; pero basta repasar la lista de sus amigos y admiradores para darse cuenta de la trascendencia de su personalidad: Rubén Darío, que fue propiamente su primer protector; Leopoldo Alas, Clarín; Jean Moreas; Mauricio Maeterlinck... Lo elogian también Pérez Galdós, Julián del Casal y Blasco Ibáñez, entre otros. Sin el genio creador y renovador de Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo es el segundo escritor centroamericano que remueve con cierta sensación el clima de Europa.

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